La competencia ficción

2 septiembre 2020

 

La globalización neoliberal no sólo tiene efectos devastadores, como la propagación del Covid-19. Aunque tiende a reducir las identidades culturales, no impide, al mismo tiempo, difundirlas. A diferencia de otras cinematografías continentales, demasiado autocentradas justamente por voluntad de preservar su identidad, el cine de América latina – porque corresponde a un continente joven y a un territorio de inmigración – se adapta mucho mejor a esta “aldea global”, como lo demuestra La Verónica que se centra específicamente en las tecnologías de comunicación planteadas por McLuhan.

Este cine se deterritorializa muy fácilmente: Brasil es también Portugal y África en Um Animal amarelo. Se abre mucho más a lo lejano: la influencia asiática se hace sentir tanto en Chico ventana también quisiera tener un submarino (la parte filipina) como en Los Fantasmas (las posturas corporales a la manera de Hou Hsiao-hsien), tanto en Lina de Lima (las partes cantadas a la manera de Tsai Ming-liang) como en Selva trágica (los espíritus de la selva al estilo Weerasethakul). Se aventura en registros inéditos para mejor desplazarlos: lo musical en Lina de Lima, lo fantástico en Chico ventana y Selva trágica.

Incluso cuando se trata de películas más directamente ancladas en realidades locales (la crisis venezolana en La Fortaleza, la ciudad de Guatemala en Los Fantasmas o la de Texcoco en Se escuchan aullidos), estas exploraciones geográficas son igualmente mentales, temporales y formales. Basta con ver cómo la periferia de una pequeña ciudad de provincia de la pampa argentina se transforma en un poema elegíaco en Ofrenda para entender que definitivamente hay que dejar de lado nuestras expectativas exóticas y miradas antropológicas en relación al cine de América latina.

 

 

Todos los detalles sobre la selección AQUÍ